El Chelsea tuvo un periodo navideño para olvidar. Sólo cuatro de los quince puntos posibles, el rival del Atlético en la Champions ha entrado en un bache de confianza hasta el punto de que un mito como Frank Lampard está en el punto de mira. Havertz no funciona, su fútbol se ha vuelto tímido y lleno de dudas, el miedo a fallar y la responsabilidad le pueden cuando en teoría debería de ser el número diez indiscutible del equipo.

Abramovich quiere la Champions y el liderazgo del fútbol inglés. Su estrategia no es cortoplacista sino meditada y bien pensada en el medio y largo plazo. Tras la sanción FIFA y la prohibición de fichar jugadores en dos ventanas de fichajes llegó la inversión en jugadores jóvenes, capaces de aumentar su valoración de mercado y su rendimiento jugando para el Chelsea. La idea fue montar un equipo para más de un lustro, proceso conocido porque Abramovich sigue el mismo plan que cuando llegó al Chelsea.

Sólo cinco jugadores superan los treinta años y uno de ellos – Marcos Alonso – es transferible a la vez que el más veterano – Willy Caballero con 39 años – es el portero suplente dejando una alineación titular que cada partido está entre las más jóvenes de la historia del Chelsea. Un hito, una inversión. Lampard tiene en sus manos a un equipo que podría ser el gran dominador del fútbol europeo en los próximos dos o tres años, pero las derrotas nunca fueron aceptadas con agrado por un Abramovich que ya ha preguntado por Thomas Tüchel.